En la vorágine moderna, donde cada instante es una posesión, encontramos el deleite en lo momentáneo. Los besos, como momentos de conexión profunda, se convierten en recuerdos efímeros que se viven con una potencia especial. Sin embargo, esa misma transitoriedad que los hace tan apabullantes también es lo que los condena. Cada beso se esfum